Este verano hemos tenido una singular familia numerosa con sus hijos, que no nos han dado nada de guerra, nos hemos acostumbrado mutuamente a su compañía y el día que decidan volar lejos los vamos a echar de menos.
Durante el día entran y salen en casa en busca de alimento y revolotean sin parar.
Llegado el atardecer, son muy formales y regresan a casa para dormir toda la noche hasta que abrimos el portal.
Son silenciosos y aunque manchan un poco se lo perdonamos porque nos encanta verlos a todos.
Como los pequeños de la pareja de golondrinas, nada menos que cinco, han crecido y engordado mucho los padres se han tenido que trasladar a otro sitio a dormir.
Este es el dormitorio de los padres.
La lámpara que hay sobre la puerta de los vecinos.
Es la primera vez que tienen tantos , otros años sólo tenían dos.
El nido permanece ahí año tras año y siempre regresan, pero nunca hasta ahora habían estado tanto tiempo.